¿Cuáles son las emociones negativas?

Generalmente, son consideradas emociones negativas básicas la tristeza, el asco, el miedo y la ira. Por otro lado, las consideradas emociones negativas secundarias son muchas más, por ejemplo: soledad, desesperación, culpabilidad, indiferencia, apatía, etc. Las consideramos así porque en el momento en el que aparecen solemos experimentar sensaciones desagradables.

Vivimos en una sociedad en la que tendemos a categorizar las cosas como: buenas o malas, correctas o incorrectas, aceptables o inaceptables. Para sentirse bien con uno mismo creemos que cuando sentimos algo incorrecto o inaceptable tenemos que esconderlo y huir de ello. Sin embargo, siempre hay un buen momento para expresar “lo bien que estamos”. Y si no lo sentimos, lo fingimos.

Cuando alguien de confianza nos pregunta ¿Cómo estás? ¿Cuántas veces respondemos honestamente? ¿Por qué no podemos expresar: me siento muy triste, tengo miedo, o me siento solo? ¿Por qué no lo hacemos? Generalmente porque parece que estamos haciendo algo incorrecto. Que lo correcto es esforzarse todos los días por estar bien, utilizar el humor para esconder el malestar y “no molestar al otro” con nuestras “emociones negativas”. Esto acaba provocando que tampoco seamos buenos receptores, no estamos acostumbrados a ver a alguien llorar, expresar su dolor o su molestia. Cuando esto ocurre, muchas veces no sabemos qué hacer. Se nos olvida escuchar, atender y empatizar, porque casi siempre creemos que tenemos que resolver algo. Y por lo tanto, intentamos resolver las emociones negativas del otro.

 

¿Para qué sirven?

Si algo fuese negativo significaría que no nos está aportando nada. Y sin embargo, todas las emociones nos aportan algo. Nos dan información sobre lo que nuestra mente y nuestro cuerpo están experimentando y nos preparan para la acción. Lo importante va a ser “descifrar ese algo” para aprovechar esa información y saber cómo actuar.

Por ejemplo, podemos encontrarnos en una situación en la que estamos ante un peligro real. Nos están persiguiendo por la calle o el coche que viene detrás nuestro va a una velocidad excesiva. En estos casos, detectar que estamos sintiendo miedo y huir de la situación nos va a permitir protegernos. Por lo tanto, huir de una situación en la que hay un peligro real (nuestra vida corre peligro), va ser una respuesta correcta.

Pero ¿y si nuestro cuerpo y nuestra mente activan la alarma del miedo y no hay ningún peligro real ante nosotros? ¿Tendremos que huir cuando experimentemos esa u otra emoción? Que la experiencia emocional sea desagradable no quiere decir que sea peligrosa y mucho menos negativa. Quizás, no siempre tengamos que huir. A veces, tendremos que aceptar nuestras emociones y saber qué hacer con ellas.

 

Cómo aceptar y trabajar las emociones negativas

Como sabemos lo difícil que puede ser saber qué hacer con ellas te proponemos algunos pasos para facilitar el camino:

  1. Observa cómo está tu cuerpo. Siéntate o túmbate con los ojos cerrados y nota qué sensaciones está experimentando tu cuerpo. Intenta ponerle nombre sin añadir ningún juicio, sólo descríbelas.
  2. Conecta las sensaciones físicas con la emoción que estás experimentando en ese momento. (Aunque parezca raro, prueba a hacer esto). Intenta localizar en qué parte del cuerpo sientes esa emoción. Y expresa las cualidades que podría tener: si tuviese un color, ¿cuál sería?, si tuviese una textura, ¿cómo sería?, ¿cuál sería su forma?, si tuviese un peso ¿sería pesada o ligera? Y si tuviese un movimiento ¿sería rápido o lento?. Intenta conectar con todo lo que estás describiendo de esta emoción. Respira profundamente mientras lo estás haciendo.
  3. Identifica pensamientos. Observa qué pensamientos (generalmente negativos) están apareciendo asociados a esa emoción que estás sintiendo. Puedes escribirlos o visualizarlos fuera de ti, imaginándotelos en hojas pegadas en la pared.
  4. Hazle un espacio a tu emoción. Dale un tiempo y siéntela. Por mucho que queramos huir de ellas porque sean desagradables, habréis comprobado que eso no funciona. Sólo tendremos que huir si estamos ante un peligro real. La emoción ha venido a decirnos algo, si la intentamos tapar o evitar, se hará cada vez más intensa y presente.
  5. Puedes expresarla. Hacia ti mismo, con un diario emocional, o hacia personas de confianza. Si nos habituamos a hacerlo, el otro se habituará a escucharnos.
  6. Recuerda tus derechos:
    • Tienes derecho a sentirte mal y tener emociones negativas.
    • Tienes derecho a no querer esforzarte.
    • Tienes derecho a bloquearte.
    • Tienes derecho a no querer sonreír.
    • Tienes derecho a expresarte, sea lo que sea.

 

Consecuencias de no expresar las emociones

Si las emociones negativas no se detectan y por lo tanto no se expresan vamos a tener una mayor inestabilidad emocional. Si no sabemos gestionar bien nuestras emociones, tendremos dificultades para saber cómo gestionar el estrés, y una mayor probabilidad de desarrollar un trastorno de ansiedad o de depresión. Aceptar y expresar nuestras emociones va a ser imprescindible para la forma en la que nos relacionamos y entendemos a los demás. Reduciremos los problemas de pareja y los problemas familiares. Para quererse a uno mismo, no es suficiente con ver la parte “aceptable” de nosotros mismos, también necesitamos ver la parte que no aceptamos con facilidad.

Si crees que tus emociones negativas te bloquean y te gustaría poder aceptarlas y trabajarlas, estaremos encantadas de ayudarte. En Promethea, nuestro centro de Psicología en Granada, puedes reservar tu cita presencial u online con nuestro equipo de psicólogas. ¡Contacta con nosotras!

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